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Habana Sana

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Desde que Telmary Díaz  se estableció otra vez en Cuba, con una carrera propia que defender, se vio abocada a la creación de una banda. Libre era un álbum que en vivo necesitaba una sección rítmica clásica (piano, bajo, batería), guitarra eléctrica, voces, tambores batá, congas, metales. Como consecuencia nació Habana Sana, una banda que la acompaña con parejo protagonismo.

Pocos músicos en Cuba tienen una comprensión tan lúcida del show como Telmary. Ahí está una de sus mejores bazas, una que la separa por amplio margen del resto del pelotón de los muchos buenos músicos del país. Un buen show empieza con una buena música sí, pero ese es apenas el comienzo. Luego está el concepto, algo que ella ha ido puliendo con paciencia de orfebre.

Con Telmary & Habana Sana, una vez que comienza el trance, es imposible dar marcha atrás. Cualquiera que haya ido a un concierto suyo en los últimos años lo sabe. La fuerza y originalidad de su espectáculo es hipnótico, y en un sábado cualquiera de Brecht, la masa sudorosa que se reúne pasada la medianoche para liberarse a través de su música se olvida por la próxima hora y media del calor y los infinitos problemas que le espera allá afuera en la superficie.

Esa sensación casi ritual no es un resultado fortuito; es resultado del trabajo y la investigación de Telmary, de su interés en el performance, de la consciencia de su papel sobre el escenario.

“El show de Habana Sana hoy tiene de timba, pero tiene el espíritu de lo afro, de bailarlo más, de sentirlo más, de que las coristas sepan que no son un apoyo, sino parte integral del mismo. Mi sueño es que todos mis músicos canten; no que tengan súper voces, sino que proyecten con afinación. Que entendieran que si cantan mi música le demuestran al público que creen en mí, en lo que estamos proponiendo”. 

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